Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir siempre.
Todas las personas, aprendemos cosas diversas todo el tiempo. Pero, nos hemos parado a preguntarnos: ¿Cómo lo hacemos?, ¿Nos han enseñado a cómo aprender?
Nos encontramos diferentes situaciones como la aparición de una nueva tecnología que necesito entender cómo funciona para poder trabajar en la organización en la que llevo años elaborando diferentes funciones. O, por ejemplo, me doy cuenta que necesito mejorar mi habilidad de empatía para poder desempeñar lo que hago cada día. Además, estoy en una relación emocional con mi pareja y me parece que tengo muchas cosas que descubrir de la etapa que estoy viviendo.
¿Cómo aprendemos sobre los procesos de la vida o del trabajo? ¿Cómo aprendemos una nueva herramienta tecnológica o cómo hacemos una nueva receta?
Aprender a aprender es una de las competencias que quedan invisibilizadas en muchas ocasiones. No viene en nuestro CV porque no se nos pregunta en una entrevista de trabajo "cómo hemos aprendido" algo. Así que vamos a ver diferentes miradas sobre "aprender a aprender". ¿Qué es lo que nos han dicho de forma tradicional sobre "aprender a aprender"? Pues, que solo había una forma, una "única manera de aprender". Pero, ¿crees que esto es cierto?
Durante mucho tiempo nos hicieron creer que solo había una manera correcta de aprender: escuchar, memorizar, repetir. ¿Esto te suena? Con la mala suerte de que si no se te daba bien el memorizar y repetir la lección corrías el riesgo de que se te tachase de despistado o de persona poco capaz. Sin embargo, cada vez sabemos más sobre las múltiples formas de adquirir conocimientos, sobre la plasticidad del cerebro y la riqueza de estilos de aprendizaje. Esto quiere decir que aprender no es un acto único, sino que hay muchas formas de hacerlo.
Hay personas que necesitan ensuciarse las manos, probar, fallar, volver a intentarlo. Son quienes se lanzan a una nueva herramienta digital como quien monta un mueble sin mirar las instrucciones: tanteando, descubriendo por intuición.
Otras necesitan observar. Ver cómo alguien lo hace, repetir los movimientos, entender el contexto antes de actuar. Son las que prefieren ir como co-pilotas la primera vez antes de conducir solas.
También están quienes aprenden preguntando. Quieren comprender la lógica, ir a la raíz, construir sentido antes de lanzarse a la acción. A menudo estas personas parecen lentas al principio, pero luego aprenden con profundidad.
En CAIS trabajamos con personas, colectivos y organizaciones que están en procesos de transformación. Y una de las claves que más repetimos es esta: cada quien tiene su manera de aprender y reconocerla es parte del proceso.
Quien viene del mundo académico suele sentirse cómodo con documentos y teoría. Quien viene de lo comunitario, necesita espacios vivenciales. Algunas organizaciones quieren pruebas rápidas, otras necesitan madurar los cambios. No hay moldes, hay trayectorias.
Y, sobre todo, hay cuerpos. Porque también aprendemos desde el cuerpo: cuando sentimos incomodidad, emoción, bloqueo o entusiasmo. Cuando una dinámica nos resuena. Cuando una conversación nos cambia por dentro.
Otra gran mentira del aprendizaje es que es individual. En realidad, aprendemos con otras personas, a través de ellas y gracias a ellas.
Aprender a aprender no es un destino. Es una práctica. Se cultiva con curiosidad. Y, sobre todo, implica confiar en que podemos seguir transformándonos. A cualquier edad. En cualquier etapa. ¿Y tú? ¿Cómo aprendes mejor? ¿Qué has descubierto sobre tu forma de aprender en los últimos años?
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