#47 Tribu cotidiana: el poder oculto del púrpura

"La tribu es más poderosa que el individuo — y también puede ser su peor prisión." —

Don Beck


En nuestra vida cotidiana, el Púrpura se despliega como una constante invisible pero poderosa, un tejido que une la identidad y el sentido de pertenencia de formas que casi nunca cuestionamos. 

Desde los colores de un equipo de fútbol que nos llevan a gritar como si nuestra vida dependiera del resultado, hasta las hermandades y cofradías que mantienen vivas tradiciones ancestrales que nos conectan con el pasado y nos otorgan un lugar en la comunidad. 

En casa, esa abuela o persona poderosa que, con su sola presencia, logra que la familia se sienta unida, es la encarnación viva del Púrpura creando vínculos emocionales que pasan de generación en generación.

Lo mismo ocurre con los grupos de amigas y amigos que modulan nuestras identidades y tribus urbanas. Cada uno con sus rituales, símbolos y narrativas, definen un sentido de "nosotros". 

Este Púrpura cotidiano no es un vestigio del pasado ni una reliquia tribal, sino un sistema de valores presente, palpitante y muy actual. Lo vemos en la necesidad humana por el ritual: la cerveza antes del partido, el grito unísono cuando entra el equipo, la puesta en escena de las procesiones y fiestas populares. Esta dimensión crea sentido, seguridad emocional y pertenencia en un mundo que a veces parece crecer cada vez más fragmentado y globalizado. 

Los equipos en las organizaciones, con sus propias “tribus internas”, las dinámicas de confianza y protección mutua, no son otra cosa que traslados actuales de ese púrpura originario con fuertes vínculos emocionales y estructuras no escritas que nadie se atreve a desafiar abiertamente.

Y, sin embargo, no todo es brillo y unión en este sistema. La sombra del púrpura aparece cuando la necesidad de pertenencia se convierte en exclusión, cuando los rituales se vuelven muros infranqueables y las lealtades se transforman en sectarismos o en incapacidades para la innovación y el cambio. 

El mismo entusiasmo tribal que nos conecta también puede ser la cárcel emocional que nos ata a miedos ancestrales y resistencia al cambio, convirtiendo al líder púrpura en un "padre protector" que protege la tribu incluso cuando ésta camina hacia la irrelevancia o el conflicto interno. 

No es raro que estos grupos repriman la individualidad, que se construyan jerarquías sutiles basadas en la antigüedad o el linaje, y que cualquier ruptura sea interpretada como una traición o un acto diabólico. 

Esta doble cara nos confronta a una realidad ineludible: no somos un color ni un sistema homogéneo, sino un arcoíris complejo donde los diferentes sistemas de valores (púrpura, azul, rojo, naranja, verde, amarillo y turquesa) conviven, se tapan y se potencian entre sí. 

En un momento podemos sentirnos profundamente parte de una comunidad y al siguiente ejercer la autonomía individual con una decisión de corte naranja o la sensibilidad integrativa de un verde. Así, ese padre protector que aparece en las organizaciones (un rol púrpura) puede coexistir con líderes que funcionan desde valores más racionales o disruptivos, y todos ellos conforman un arcoíris multifacético sin el cual ninguna transformación auténtica puede sostenerse.

El púrpura más brillante es esa capacidad de contagiar entusiasmo y pertenencia desde lo emocional, de construir rituales y símbolos que no solo alimentan la identidad sino que también generan un espacio seguro para la vulnerabilidad y el crecimiento colectivo. Es la pasión que mueve a los hinchas, la energía que unifica a un grupo de trabajo contra viento y marea, la humildad de aquel mentor que no solo dirige sino que cuida. Es el humor que transforma la rigidez en juego, el reconocimiento de que todos llevamos un poco de chamanes supersticiosos y niños que necesitan ser vistos y protegidos.

Reírnos de nuestro púrpura no es menospreciarlo, sino liberarlo. Reconocer que a veces somos la tribu que canta alrededor del fuego mientras afuera la modernidad avanza a toda velocidad, que nos aferramos a símbolos tan viejos como nuevos y que, con un poco de ironía, podemos observar nuestras propias supersticiones sociales con distancia y cariño. En las organizaciones, esto se traduce en aceptar que los procesos formales y la innovación necesitan ese caldo de pertenencia emocional para florecer; que sin rituales, historias compartidas y vínculos profundos, los equipos se quedan vacíos y dispersos aunque exploten en tecnología y productividad.

Despertar al púrpura que habita en nosotros, no como un simple recuerdo sino como una fuerza viva que, con su luz y su sombra, sigue dando forma a nuestra identidad individual y colectiva. Y entendiendo que cada color de la espiral es un matiz que enriquece nuestra complejidad.

¿Cómo ha aparecido tu púrpura hoy: en la camiseta de tu equipo, en la historia familiar que cuentas o en la risa durante el café con tu tribu? ¿Qué ritual o símbolo te conecta a ese origen ancestral y cómo lo integras en nuestro liderazgo moderno?

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#47 Tribu cotidiana: el poder oculto del púrpura
Consorcio Andaluz de Impulso Social, Israel Sánchez 28 de octubre de 2025
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