#52 Sin ego no hay fuego 🔥

"No es el ego el que nos complica la vida. Es confundir su grito con nuestra voz."

Anónimo


En nuestras organizaciones solemos hablar del ego como si fuese un enemigo moral. Una especie de virus individualista que hay que extirpar para “colaborar mejor”.

Pero el ego —sobre todo en su versión roja— no es el villano. Es el músculo primario del que nacen la fuerza, la iniciativa y la defensa de la vida.

El ROJO sano es impulso, coraje y voluntad.

Es el grito que dice: “Aquí estoy y voy a mover esto.”

Es la energía que rompe el “siempre se ha hecho así” cuando ese “siempre” ya no sostiene.

Es el fuego que permite a una entidad decir: “No más parches; vamos a cambiar esto de raíz”.

El problema no es el rojo en sí mismo, sino cuando éste se queda solo sin diálogo con otras voces.

Ahí aparecen las sombras. El miedo disfrazado de fuerza.

El miedo no siempre se esconde detrás del silencio. A veces, se esconde detrás del volumen. Se disfraza de seguridad absoluta, de “yo sé”, de órdenes rápidas que evitan tener que preguntar.

El rojo sano empuja. El rojo herido se defiende.

Cuando una organización o equipo actúa desde ese miedo enmascarado, se vuelve rígida, impulsiva, incapaz de escuchar lo que la realidad realmente pide.

La salida no es apagar el fuego, sino escucharlo.

Una clave es la curiosidad en vez de osadía defensiva. Preguntar: “¿Qué me está diciendo este miedo que no he querido escuchar?”

La curiosidad no debilita al rojo: lo afina.

El juicio como armadura

El juicio es la herramienta predilecta del ego cuando siente que puede perder.

Divide rápido en opuestos: fuerte/débil, correcto/incorrecto, con nosotros/contra nosotros. Es una protección ancestral: si te juzgo antes, no me puedes herir después.

En un equipo, el juicio crea jerarquías invisibles, resentimientos silenciosos, conversaciones que nunca llegan a ocurrir, generando una realidad parcial de la que estamos formando parte.

El rojo sano no necesita humillar para liderar. Su grandeza no es aplastar, sino abrir camino. 

El antídoto del juicio no es “ser buenos”. Es el perdón y la aceptación entendidas como liberar energía atrapada. No como gesto moral, sino como estrategia cultural.

Perdonar y aceptar es bajar la armadura porque ya no la necesitas.

El apego a la identidad del héroe

El rojo, cuando está herido, se aferra a la idea de sí mismo como salvador:

“Si no lo hago yo, no sale.” “Esto es así porque yo lo digo.” “Mi forma es la que funciona.”

Ese apego asfixia equipos, bloquea innovación y convierte la urgencia en un modo de vida.

El rojo sano quiere avanzar. El rojo herido quiere controlar.

Paradójicamente, lo que más teme perder es justo lo que impide que la cooperación ocurra. El acto más valiente del rojo no es imponerse. Es dejar ir.

Soltar para que algo más grande pueda tomar forma.

No es una renuncia: es el umbral, el puente y el paso a una pequeña gran transformación.

Traspasando el umbral del rojo.

Cuando una organización consigue transformar:

  • su miedo en curiosidad,
  • su juicio en perdón,
  • su apego en soltar,

no abandona el rojo: lo integra.

De esta forma, lo usa como llama inicial en lugar de convertirlo en incendio.

Desde ahí, una parte de nuestra cultura se ha transformado y empezamos a notarlo a nivel personal, de equipo y organizacional.

Esta integración es la base silenciosa de las organizaciones maduras:

  • Cooperativas que deciden desde la confianza.
  • Equipos que se atreven a innovar sin romperse por dentro.
  • Organizaciones que saben cuándo arder y cuándo respirar.

Esta conciencia organizacional no llega cuando apagamos el fuego del ego, sino cuando lo convertimos en luz que nos permite vernos.

Compartir


#52 Sin ego no hay fuego 🔥
Consorcio Andaluz de Impulso Social, Israel Sánchez 2 de diciembre de 2025
Compartir
Categorías
#51 Más allá de los likes: el verdadero impacto de la comunicación social